El proceso de aprendizaje de hábitos alimentarios es especialmente importante durante los primeros años de vida ya que, además de facilitar un buen estado nutricional y un crecimiento óptimo, puede ayudar a consolidar la adquisición de hábitos saludables durante la infancia, la adolescencia
y la edad adulta.
La alimentación en la infancia
Cada etapa de la vida tiene sus peculiaridades y necesidades a las cuales se tiene que ir adaptando la alimentación. La infancia se caracteriza para ser la etapa donde hay un mayor crecimiento físico y desarrollo psicomotor.
Esto significa que la alimentación no solo tiene que proporcionar energía para mantener las funciones vitales, sino que tiene que cubrir unas necesidades relacionadas con el crecimiento y la madurez. Las necesidades energéticas y nutricionales son cubiertas por el amamantamiento materno exclusivo (o, en el supuesto de que no sea posible, por los preparados para lactantes) hasta los 6 meses, y a partir de entonces, manteniendo el amamantamiento materno, hay que ir incorporando nuevos alimentos de manera progresiva, teniendo en cuenta, también, el
desarrollo psicomotor y el interés del niño.
Adquisición de unos hábitos alimentarios saludables y sostenibles
El tiempo de comer posibilita y favorece el contacto y la comunicación y afloran sentimientos, emociones, sensaciones, necesidades, etc.
El acompañamiento de las comidas de los niños, por lo tanto, también incluye el cuidado del marco relacional, el trabajo de los aspectos vinculados a la educación alimentaria y la autonomía, así como la gestión de los posibles conflictos derivados del momento de la comida.
La importancia del entorno a la hora de las comidas
Los diferentes entornos donde comen los niños (en casa, en la escuela, etc.) tienen que ser el marco idóneo para transmitir una
serie de hábitos y responsabilidades, como son la higiene (lavarse las manos, los dientes, utilizar la servilleta…), la utilización de los cubiertos, la tarea de poner y recoger la mesa, así como un comportamiento correcto.
Además, la alimentación facilita espacios privilegiados para la comunicación, puesto que permite el contacto físico, visual y auditivo con las personas cuidadoras. Las comidas tendrían que ser, pues, espacios de contacto, de relación y de afecto; hay que potenciarlos para convertirlos
en espacios donde estrechar nuestros vínculos, donde dar ejemplo, y donde compartir y acompañar las vivencias vinculadas al día a día.
La preocupación por los niños que no comen
Muchos de los conflictos que se dan a la mesa tienen que ver con las expectativas que se tienen sobre las cantidades que tendría que
comer un niño. La preocupación por el niño que no come es frecuente entre las familias.
Sin embargo, la problemática de la flata de apetito es, a menudo, un problema de equilibrio entre el que un niño come y el que su familia o entorno (madre, padre, abuelo, abuela, maestra, monitores…) espera que coma. Hay que tener presente que todos los niños comen cantidades diferentes, aunque tengan la misma edad y, por lo tanto, no es bueno compararlos entre ellos.
Cada niño o niña tiene unas necesidades diferentes que, además, cambian a lo largo del tiempo. Por eso, las persones adultas son las responsables de adquirir los alimentos saludables que consumirá el niño, y de decidir también cuando, como y donde se ofrecerán, pero es el niño en definitiva quién decide si quiere o no quiere comer y qué cantidad, puesto que es capaz de autorregular su ingesta según sus necesidades (en situaciones de enfermedad pueden ser convenientes las recomendaciones específicas del equipo de pediatría).
Algunas tendencias habituales de insistir y forzar a comer, y de restringir el acceso a determinados alimentos que están disponibles al hogar no son recomendables. En el primer caso, porque pueden facilitar la sobrealimentación, así como generar posibles aversiones alimentarias. En el segundo caso, se puede generar un interés excesivo por los alimentos prohibidos.
La dieta mediterránea como modelo de alimentación saludable
A pesar de que hay muchos patrones alimentarios saludables, en nuestro entorno destaca la dieta mediterránea, que promueve el consumo de frutas y hortalizas frescas de temporada, legumbres, frutos secos, cereales integrales, aceite de oliva virgen, lácteos sin azucarar y pescado y huevos por encima de la carne, evitando los alimentos y bebidas ultraprocesados y, por supuesto, todo tipos de bebidas alcohólicas.
Los alimentos recomendados conviene que sean frescos o mínimamente procesados, de producción local y de venta de proximidad y de temporada.
La dieta mediterránea potencia las actividades culinarias y gastronómicas, también las de aprovechamiento, relacionadas con la reducción del desperdicio de alimentos, la estacionalidad, las comidas familiares o en compañía y la moderación en las cantidades.
Proyecto educativo en el comedor escolar
En los comedores escolares el niño tiene que ser el protagonista: pasar de ser un sujeto pasivo a ser activo, autónomo y participativo; y el educador/a pasa de ser uno o una dirigente o asistente, a un facilitador/a que acompaña el proceso de aprendizaje de hábitos sociales y alimentarios.
Los educadores y educadoras motivan la participación para que los niños puedan co-crear este espacio desde la corresponsabilidad y perciban la comida como un momento agradable de relación y convivencia.
No se trata solo de servirse solo, o de participar a poner y quitar mesas, sino que la autonomía puede estar presente en todo momento.
El espacio del mediodía es un tiempo idóneo para trabajar con los niños actividades educativas que los motiven y que perciban como propias, para implicarlos y despertar la suficiente motivación, para aprovechar las diferentes intereses y capacidades.
El tiempo del mediodía en la escuela se puede dividir en 4 momentos donde se trabaja la autonomía personal desde diferentes perspectivas:
Antes de la comida: qué saben los niños sobre los alimentos? y los menús? Hay que poner la mesa…
Durante la comida: Se sirven solos, se autogestionan el que comerán y aprenden a ser responsables con su propia alimentación, tal como aconseja también el documento de la Agencia de Salud Pública de Cataluña: Acompañar las comidas de los niños; consejos para comedores escolares y para familias.
Después de comer: Los niños se organizan en grupos y se encargan de quita la mesa y recoger el espacio del comedor como si estuvieran en casa, corresponsabilizándose del cuidado de los espacios comunes.
Durante el tiempo de ocio: los niños participan de la planificación de las actividades que se realizarán durante el tiempo de ocio, hacen propuestas de manera activa y expresan sus preferencias. Muchas actividades las pueden organizar ellos y ellas mismas de manera autónoma y creativa con el acompañamiento activo de los educadores y educadoras.
Trabajar la participación activa de los niños y, por lo tanto, su autonomía, también en el tiempo del mediodía, implica favorecer el desarrollo de niños y niñas con capacidad para consensuar, decidir, opinar, escoger, imaginar, inventar, etc.
